Una niña de 8 años es llevada a la casa Tamagiku, uno de los muchos prostíbulos que forman el barrio de placer de Yoshiwara. Como casi todas las cortesanas, su vida dentro del barrio empieza con una compraventa por parte de una familia que ha caído en desgracia y que no puede mantener a su hija. Arrastrada al burdel a la fuerza y apaleada hasta la saciedad para ablandar su fuerte carácter, la niña empieza a trabajar como criada bajo el nombre de Tomeki. Su trabajo será servir y ayudar a las más veteranas, al mismo tiempo que ellas la cuidarán procurando por su bienestar, alimentándola y vistiéndola. Este trabajo de asistenta para todo y en todo momento irá introduciéndola, ya desde buen principio, en el sórdido mundo de la prostitución. Intentos de fuga y escenas de rebelión que solamente complicarán las cosas, intensificarán el carácter inconformista de una mujer que luchará para llegar al escalafón más alto al que puede aspirar, convertirse en la oiran de la casa Tamagiku.
Editorial Kodai edita, a finales de 2020, “Sakuran” de Moyoco Anno. Un álbum autoconclusivo publicado en rústica con sobrecubiertas a todo color donde se nos narra sin ningún tipo de edulcorante lo que era la vida dentro de una casa de citas durante el periodo Edo. En esta amarga historia descubrimos el sistema jerárquico existente entre las cortesanas y las relaciones entre ellas. Una vida de esclavas sexuales que estas mujeres llevan dentro de una prisión al aire libre que toma el nombre de Yoshiwara, el barrio de placer de la capital del Japón feudal. El libro se cierra con unas notas históricas sobre la traducción que nos ayudarán a entender el contexto en el que transcurre la narración y se completa con una pequeña bibliografía de referencia.

Desde el mismo momento en que la protagonista pisa la casa Tamagiku, la cual ha pagado una buena suma de dinero para comprarla, ya queda bien claro que la vida de una cortesana no le pertenece a ella misma, sino que pasa a ser propiedad del burdel que ha desembolsado la cantidad pactada y, por lo tanto, decide sobre el presente y el futuro de su adquisición. La casa que la compra se compromete a vestirla, alimentarla, educarla e iniciarla en el oficio, aumentando aún más la inversión económica causada por esta nueva propiedad. La casa sabe que llegará un momento en que esta inversión empezará a dar sus frutos produciendo dinero para los que la han “acogido”. Siendo conscientes que las niñas llegadas a las casas de citas están ahí en contra de su voluntad, los castigos por desobediencia e intentos de fuga están a la orden del día: palizas, quemaduras, latigazos, cortes de pelo vergonzosos… Todo está permitido, excepto dejar marcas en la cara, para corregir el carácter y la actitud de estas jóvenes. El mismo barrio de Yoshiwara está amurallado y su única entrada es a través de una puerta estrechamente vigilada. Esto permite un fácil control de los visitantes favoreciendo, al mismo tiempo, un efecto disuasorio para las que tengan intención de escapar.
La propia vida dentro de las casas de citas es muy complicada. Las cortesanas de más alto rango compiten entre ellas mismas para convertirse en la oiran de la casa para la que trabajan. La oiran representa la máxima expresión en belleza, elegancia, cultura y educación, y es quien representa a la casa de citas en el desfile anual en el que los prostíbulos compiten entre ellos jugándose la reputación dentro del barrio de placer. En pocas palabras, es la cortesana de lujo de cada una de las casas y la que hace pagar más caros sus servicios. En esa época los servicios de la oiran se pagaban con bu. Cuatro bu era el equivalente a un ryô, y un ryô equivalía en dinero a lo que una persona consumía en arroz a lo largo de un año. El servicio de una oiran podía valer 2 bu, toda una fortuna al alcance de muy poca gente.

Tomeki, la protagonista, se quedará bajo las órdenes de Shôhi, quien le enseñará todo lo que sabe a cambio de servirla como criada. Para una niña de fuerte carácter, doblegarse y adaptarse a esta jerarquía le llevará bastantes disgustos hasta la claudicación y aceptación de su suerte. La popularidad de una cortesana se mide con el número de colchones de terciopelo que posee y por el número de criadas que puede mantener. De todas estas criadas, pocas serán aceptadas como aprendices por la casa para la que trabajan, desarrollando así un fuerte espíritu competitivo desde la más tierna infancia. Con los años Tomeki se convierte en aprendiz, y su nombre cambia a Orin para simbolizar su cambio en el escalafón. Orin aprenderá el arte de la recitación poética, el de los pinceles y recibirá instrucción en instrumentos de cuerda como el koto y el shamisen. Con el transcurso del tiempo, Orin podrá recibir a los clientes en nombre de la oiran, distrayéndoles hasta que esta esté libre para poder atenderlos. Concluida la fase de aprendizaje, Orin deberá empezar a trabajar para sí misma ofreciendo sus servicios a los hombres que puedan pagarlos. Un nuevo cambio de nombre, Kiyoha, revela que la casa Tamagiku la reconoce como una de sus cortesanas y que ya puede recibir clientes. Una subasta con sumas desorbitadas tiene lugar entre los clientes habituales para ser el primero en acostarse con la nueva cortesana y poder desflorarla. A partir de aquí solamente depende de ella misma para conseguir fama y prestigio dentro del barrio de Yoshiwara.
A pesar de la cruel vida que lleva la protagonista, Moyoco Anno dota a su personaje de una enorme fuerza de voluntad y de un espíritu de lucha inalterables que la ayudan a abrirse paso dentro de un mundo que la trata como un objeto de ocio al servicio de los hombres. El poco valor que la vida de una cortesana tenía para la casta samurái queda reflejado varias veces a lo largo de la obra, una vida donde las mujeres se mueven a voluntad de los hombres. A veces la suerte puede sonreír a una de las chicas y un hombre suficientemente adinerado puede pagar la libertad de una cortesana, este puede comprarla y convertirla en su esposa, sacándola así del denigrante barrio pero convirtiéndola en su propiedad bajo la forma de matrimonio.

“Sakuran” es un álbum cruel y doloroso que no dejará a nadie indiferente. La narrativa es compleja, pues va dando saltos temporales y se nos explica la historia de manera no lineal. El dibujo es sublime, destacando muy por encima las páginas en color, donde el trazo de Moyoco está mucho más cuidado y lleno de detalles de lujo, entre los cuales destacan los vestidos y las diferentes texturas de las telas que los conforman. Las figuras delgadas y estilizadas coronadas con enormes ojos son la marca de estilo de esta autora, junto con la expresividad que consigue dar a las miradas de sus personajes. Por el contrario, la caracterización de las chicas es muy parecida entre ellas, y esto puede llevar a ciertos momentos de confusión por parte del lector para saber quién es quién en la acción.
“Sakuran” retrata una época y una situación terrible para las mujeres japonesas. La tristeza y la amargura están presentes a lo largo de la obra. Las situaciones mostradas en la historia son de una gran dureza sin ningún tipo de paliativos. Mujeres que se convierten en propiedades privadas y que son explotadas como objetos. Con el paso del tiempo aceptan su desgracia e intentan ser felices con lo que tienen. Sin embargo, la vida las pondrá constantemente en su sitio recordándoles que son “simples putas”, uno de los escalones más bajos dentro de la sociedad feudal japonesa. Este estatus social condiciona brutalmente las relaciones con los hombres, incluso a la hora de encontrar el amor. “Amar es caer en el infierno, al igual que ser amada. Sin embargo ¿Quién puede sobrevivir sin la calidez con la que ese amor tiñe el mundo?” “Sakuran” es un libro incómodo, retrato fiel de la vida diaria dentro de las casas de citas. Un puñetazo en el estómago que retrata una situación lejana a nosotros tanto en el espacio como en el tiempo, pero que tiene muchos paralelismos con situaciones parecidas que están teniendo lugar a día de hoy a nuestro lado y a las que no prestamos ningún tipo de atención ni importancia. El negocio de la prostitución no ha cambiado nada con el paso de los siglos, y sus métodos de explotación y esclavitud siguen siendo los mismos.

“Sakuran” fue llevada a la gran pantalla en una adaptación en imagen real dirigida por Mika Ninagawa y protagonizada por la actriz y modelo Anna Tsuchiya.
Albert Solé Jerez
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